Durante el éxodo, en el desierto, los judíos tuvieron sed, sin una fuente de agua cercana y sin nada que beber, el pronóstico era la muerte. Pero Dios habló a Moisés, le dijo que golpeara con su vara una roca en Horeb y que de allí saldría agua para que calmaran su sed. Ante los ojos atónitos de los ancianos y el pueblo de Israel, así fue.