Estaba formado por dos partes: un sistema de poleas que permitía alzar a una persona en el aire y una pequeña pirámide de madera cuya punta estaba sumamente afilada. Durante el castigo se levantaba a la víctima en el aire solo para dejarla caer repetidamente y con fuerza sobre la base del artefacto para que su ano, vagina o escroto se desgarraran. Lo más cruel es que el verdugo podía controlar el daño con la fuerza de la caída.