Algunos le llaman directamente loco, pero la verdad es que era una persona muy astuta. Era un despiadado asesino, pero también un amante del teatro y los espectáculos. Por eso, obligaba a los a los senadores a sentarse durante horas durante sus actuaciones dramáticas e introduciendo un concurso de poesía en los Juegos Olímpicos específicamente para que él pudiera ganar.